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El pasado sábado , cuando era ya domingo decidí, tras haber visto por TV no sé qué – puede que fuera una película en vídeo – irme a la cama sin más demora. Pero cometí el error, caí en la tentación y vencida probablemente por alguna insatisfacción que no pude determinar me dispuse a hacer el último zapping .

Durante el recorrido topé con un programa del Canal 33 , un documental, de viajes pensé inicialmente, por lo que no pude evitar que llamara mi atención. Transcurridos un par de minutos fui incapaz de cumplir con el firme propósito de acostarme . No me venía de nuevo lo que vi, como a la gran mayoría, pero supongo que sólo la vivencia o algo similar a ello nos hace verdaderamente conscientes.

En realidad se trataba de un trabajo de investigación sobre las condiciones de trabajo en las fábricas textiles chinas . Ignoro si se trataba de una reposición o era la primera vez que se emitía . Ante la dificultad de obtener datos fiables de primera mano los reporteros se habían infiltrado en una de las fábricas y habían jugado el doble papel de convencer al empresario para presentar a su empresa como modelo del nuevo capitalismo chino y a él como ejemplo de progresión y cultura entre los de su clase para, una vez dentro, y ganada una cierta confianza , mezclarse entre las empleadas con el fin de mostrar las verdaderas condiciones de trabajo en la factoría .

La gran mayoría de las trabajadoras eran mujeres muy jóvenes, casi niñas , venidas del campo con el propósito de ayudar económicamente a sus familias . Cargaban con la culpa de haber nacido mujeres y con la responsabilidad de amortiguar la carga económica que suponían para sus padres y a la vez recompensarlos por la benevolencia que habían tenido por no haber sido capaces de deshacerse de ellas al nacer , o de abandonarlas en un orfanato.

El programa centraba el protagonismo en la figura de una niña encantadora de dieciséis años , Jazmín , que se convertía en narradora de sus experiencias desde su ingreso en la fábrica mediante sus escritos, las conversaciones con sus compañeras de trabajo y habitación – otras niñas de catorce y pocos años más – y su testimonio directo a los reporteros.

Vivían en el piso superior de la fábrica, en habitaciones de dieciséis, con un solo lavabo para todas en el pasillo. Cuando hacía mucho frío tenían que dormir vestidas porque no había calefacción. Las jornadas de trabajo, durísimas , se convertían en imposibles cuando había que cumplir con el plazo de un gran pedido , hecho harto frecuente : veinte , veintiuna y hasta veintitrés horas diarias de trabajo. Descansaban para comer, tiempo que tenían que aprovechar para hacer sus tareas domésticas como la colada . Y a medianoche , en que como compensación por el esfuerzo, les ofrecían una comida gratis antes de reanudar su trabajo . El resto de comidas se las descontaban, siempre a un precio superior del prometido , les imponían multas que suponían el salario de dos de sus largas jornadas de trabajo por cualquier nimiedad, paradójicamente por haber escapado un momento a la calle para hacerse con una infusión estimulante que les permitiera seguir con el trabajo . Acababan dormidas sobre los montones de ropa, en este caso pantalones tejanos . Paralelamente una mujer que había sido encargada en una empresa manifestaba sin malicia que tenían un destornillador para pinchar con él a las empleadas que se dormían. Tardaban tres y cuatro meses en cobrar , lo que se tardaba en acabar y cobrar pedido gigante y entretanto no podían enviar dinero a sus familias . Era una forma de presionarlas para que el pedido estuviera acabado dentro del plazo. Aguantaban los dolores y temían ponerse enfermas pues en ese caso perdían el trabajo.

La función en concreto de Jazmín consistía en cortar los hilos que sobraban de los tejanos y en cepillar los bolsillos de arena y otras impurezas . Mientras trabajaba imaginaba historias sobre una joven, Shing-Shing , que se iba con su maestro a aprender Kung Fu y vivía mil aventuras . Cuando de forma excepcional , al acabar el pedido pero antes de cobrarlo, se pagó a las empleadas su salario, se encontró con que su nombre no figuraba en la lista . Es costumbre retener el primer sueldo de las trabajadoras que ingresan en la fábrica, para asegurarse de que no se irán . Como nunca hacen liquidaciones al finalizar la relación laboral, ese primer sueldo acaba perdiéndose.

El empresario era un antiguo jefe de policía de la ciudad . Se jactaba de avanzado y culto, porque se decía tolerante en las relaciones laborales y practicaba la caligrafía china . Era un víctima . Los trabajadores siempre ponían problemas, si estuvieran en su posición verían las cosas de otra forma . Y los clientes le ponían plazos imposibles y márgenes reducidos , pero perder un cliente era lo peor que podía pasar . Era cierto . En una reunión con un empresario indio acordaba un pedido de doscientos mil tejanos a un precio de tres euros con veinte céntimos por pieza. Otras firmas que sonaban eran Levi’s y una empresa francesa que suministraba la mayoría de uniformes a la Administración francesa para los funcionarios que los utilizaban . Aún así, con un margen de setenta y nueve céntimos por pieza y un pedido de tal volumen tenía beneficios mensuales de más de treinta y un mil euros .

Algunas empresas occidentales para acallar las voces en off , limpiar sus conciencias y seguir practicando con absoluta inocuidad la hipocresía moral, habían exigido al gobierno chino que pusiera inspectores para vigilar las condiciones de trabajo en las empresas . De nada servía . Obligaban a los trabajadores a decir a los inspectores que hacían los descansos reglamentarios – ¡ojo ¡ no os imaginéis que dichas normas preveían jornadas de cuarenta horas – y les obligaban a firmar recibos conforme cobraban ochenta euros cuando en realidad percibían treinta . Tanto da si lo observado por los inspectores se correspondía o no con la realidad, lo importante es que de esta forma , las empresas occidentales con la conciencia lavada podían seguir aplicando su política de máximo beneficio .

No sé si a alguien le suena la Revolución Industrial, aquel fenómeno de finales del siglo XVIII y principios del XIX que cambió el mundo y el impacto que tuvo en el ámbito social : la cuestión social , la problemática obrera. Pero no, que no es lo mismo , porque muchas de estas chicas saben leer y escribir, se lavan los dientes cada mañana, visten tejanos desgastados y además la China está muy lejos …y nosotros somos muy civilizados .

Aún así a Jazmín y a sus compañeras no les faltaba el buen humor , la ingenuidad y la ilusión. Bailaban y reían en sus habitaciones. Salían a la feria cuando el trabajo se lo permitía. Se imaginaban personas enormes y gordas por las cinturas de los pantalones que a veces tenían que coser. Se preguntaban si , en algún lugar del mundo, un chico o chica como ellas vestiría los tejanos que estaban cosiendo…

Finalmente no pude evitar que se me escaparan las lágrimas. Jazmín que a quien le encantaba escribir , ideó meter en el bolsillo de unos tejanos ya acabados una nota para que la leyera el destinatario de los mismos . Decía algo así : “ Hola, soy una chica china de dieciséis años. Me llamo Jazmín . Mis compañeras y yo hemos hecho los tejanos que te vas a poner. Orquídea ha cosido la cremallera, Ana Lluh ha hecho la vuelta y yo he cortado los hilos que sobraban . Espero que te gusten ”.

La explotación padecida por estas casi niñas aún resulta más cruel cuando son apenas conscientes de la misma , cuando pasan por cualquier cosa con el fin de poder ayudar a sus familias o de que sus hermanos y hermanas puedan acabar sus estudios. Cuando ni siquiera tienen la malicia para escribir en una nota, como estoy segura que haría cualquier chaval de los nuestros, algo así como : “ Hola, gordo seboso occidental. Espero que te llueva sobre los tejanos que llevas puestos gracias a las noches que pasé sin dormir y que se te encojan de tal manera que revientes tú y toda la hipocresía que llevas dentro ”

No sé si abstenerse de comprar, cuando se tiene la seguridad del origen de la mano de obra de determinadas marcas, es la solución. Ahora me alegro de no haber tenido en mi puñetera vida unos Levi’s, pero confieso que ha sido porque no me quedaban bien. No estoy segura de no haber tenido nunca unas Nike . Como sea, los pequeños actos también cuentan .

Este año he hecho unas rebajas excepcionales , tales como un chaquetón a cuarenta euros o unos bermudas a doce . Y ahora tengo remordimientos porque no sé si el fabuloso precio del que me he beneficiado ha sido a costa de las condiciones denigrantes en que trabajan unas niñas apenas más mayores que la mía .

3 Comments

  1. ¿Ves?… no hace falta hacer milagros para salver el Mundo, un pequeño gesto con unos Levi’s puede bastar.

    Me gusta en general todo lo que escribes. En serio.

  2. «Salvar», quise decir. Si quieres corregirlo tú misma…

  3. No estarás utilizando lo de los estímulos positivos a que he hecho referencia en tu blog ¿ verdad ? Contigo , en relación a mí, no valen . En serio, muchas gracias, pero aún así soy bastante más exigente, tanto en la forma como en el contenido. Lo que no sé es si tendré el tiempo y la constancia suficientes como para conseguir algo que me satisfaga realmente, sobre todo lo primero .

    No lo corrijo . Si lo hiciera tu segundo comentario carecería de sentido y tendría que borrarlo . Me gusta tener dos comentarios tuyos


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